El último gigante

Con sus casi 600 cubiertos, Los Maizales es uno de los pocos colosos que quedan dentro de la oferta gastronómica de Capital Federal. Fiel a la tradición de consorcios gastronómicos de capitales españoles, el restaurante, cuenta con dos salones de gran tamaño, una carta variada, platos abundantes y sala de juegos para chicos.

   Ubicado en la avenida José María Moreno a tres cuadras de Rivadavia, el local ya es un clásico del barrio de Caballito. Quizá su mayor virtud sea el sistema de tasa fija, por el cual el comensal, por un precio que oscila de los 50 a 80 pesos, se asegura comer y beber todo lo que desee. A través de sus 8 "islas", los clientes pueden acercarse y escoger entre distintos tipos de platos hecho en el momento como, pastas, mariscos, comida mexicana, sushi, comida española o parrilla.

Quizá la frutilla del postre sea su última isla, la de postres. Este sector esta completamente orientado a la elaboración de panqueques, hechos a la medida del consumidor. Se pueden elegir entre distitnos tipos de frutas, licores, caramelos y dulce de leche, y además, el panquequero ofrecerá un show de malabares con las sartenes y los preparados en frente nuestro.

Juan Ignacio Etcheberry Mason

“Esto no es para cualquiera”

Esa es la frase que aparece en la parte de atrás de las tarjetitas de DoppelGanger, un bar ubicado San Telmo que ofrece tragos refinados. Turistas y viajeros de todas partes del mundo se acercan a Juan de Garay esquina Bolivar para jugar a descifrar el secreto de cada cóctel, entre una música de fondo y una atención excepcional.

“Doppel es para la gente que entiende lo que es un buen trago”, subraya Guillermo, su dueño y barman. El Martini, símbolo absoluto de la sofisticación o el vermouth (o vermú), son alguna de las especialidades del lugar. Los precios de los tragos son muy accesibles y, para el curioso, Guillermo guarda la historia del nacimiento de cada uno.

Además, junto con los exclusivos aperitivos también se ofrecen platos calientes, frios, picadas y empanadas. La comida no es muy sofisticada, ni abundante. Aquí, es un acompañamiento de las bebidas, y no al revés.

Doppel se encuentra ubicado en el barrio de San Telmo, donde hay turismo todo el año. Las fachadas coloniales de los negocios y los conventillos convertidos en restaurantes, transformaron la bohemia en moda y vanguardia. Esta esquina es un buen punto para comenzar con amigos un sabado, junto a unos elaborados cocteles y una colorida picada. Sólo para empezar.

Matías Luque

¿Por qué comemos lo que comemos?

Esta es una pregunta que poco nos hacemos. Quizás porque creemos que simplemente seguimos nuestros gustos o porque tampoco cuestionamos todas las actividades diarias que realizamos casi por rutina. Sin embargo, hilando más fino podemos encontrar otras formas de responder.

La investigadora mexicana Úrsula Oswald, especialista en temas alimenticios y cuestión social, relata una situación que, aunque lejana, puede hacernos pensar las respuestas a esta pregunta desde otra óptica.

Según ella, la comida tradicional de los pueblos campesinos de su país, a base de maíz y frijoles, es de lo más nutritivo que puede encontrarse acorde al ecosistema local. Sin embargo, asegura que en las zonas rurales el consumo de “comida chatarra” aumentó vertiginosamente en los últimos tiempos al ritmo que descendió el de los platos tradicionales.

“Este cambio se dio porque hoy en día comer snacks y tomar Coca Cola es muestra de un estatus social más alto. Si comen frijoles con tortillas se sienten más pobres”, afirma Oswald.

Así, señala que al elegir nuestras comidas ponemos en juego mucho más que nuestros gustos individuales o las tradiciones familiares; como en muchas de nuestras elecciones, almorzar una cosa u otra puede hablar sobre nosotros y nuestra posición social.
Entonces, es válido volver a preguntarnos… ¿Por qué comemos lo que comemos?

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A continuación, un video de Úrsula Oswald disertando sobre la Paz y la Utopía