Lo primero que vi cuando llegué a La cantina de Don Chicho fue a Tita amasando lo que seguramente iba a comer en un rato. Y no fue porque entré a su cocina, haciendo uso de los beneficios que me da escribir en este blog, sino porque ella lo hace en el salón, a la vista de todos, sentada contra un ventanal que da a la calle.
El segundo impacto fue en el mostrador. Repleto de bandejas con berenjenas, lengua y calamares en escabeche, aceitunas negras, morrones fritos, porotos y garbanzos. Ricos y abundantes platitos para matar la ansiedad por probar las pastas.
Si esta típica cantina italiana quedara en Palermo Hollywood no sabría decir si las paredes están descascaradas por el tiempo o si es parte de la decoración que incluye fotos de Gardel, Troilo, Goyeneche, Pugliese, Maradona y varios pósters de Chacarita (Vicente Pace, el dueño junto a Tita, su mujer, es hincha del funebrero). Pero queda en Villa Ortúzar, en Plaza 1141. Y está hace más de cincuenta años.
Una elección importante
Mientras trataba de entender, o mejor dicho adivinar, de que hablaban los dos tanos con babero rojo de la mesa de al lado, llegaba la comida. Y acá está lo importante. Por más que digan que las albóndigas de ricota eran las favoritas de Sandrini y Tita Merelo, o por más que el menú te tiente con un chivito a la calabresa o provenzal con papas españolas, lo que no te podes perder son los fusilis al fierrito, que combinan a la perfección con la salsa bolognesa que también es excelente.
Los postres son los clásicos, ensalada de fruta, queso y dulce, helado, duraznos en almíbar y el recomendado flan casero mixto. A la hora de pagar no te va a caer pesado. Si la entrada, el plato y el postre los acompañaste con un tinto y soda, no vas a gastar más de $60.
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